Tomás Romero
REMINISCENCIAS
Dum
Dum. Dum Dum. Ese sonido le era familiar. El suelo vibraba, las hierbas se
movían, los guijarros saltaban, orbitando frente a sus pies. Sacudió sus
sandalias, le molestaba que le entraran los guijarros, le molestaba que se
metieran entre sus dedos, aunque le recordaba que todavía podía sentir, y era
la única parte de su cuerpo que podía mover.
Era
temporada de lluvias, era el momento perfecto para cazar ya que los animales
estaban en movimiento y tendrían que cruzar por el claro, donde él y sus pocos
compañeros reposaban, escondidos, atentos, sabiendo que en su puntería, recaía
la supervivencia en el invierno. Habían llegado tarde; las primeras manadas
habían cruzado antes de que ellos llegaran, lo que los presionaba aún más. Esta
presión cesó al ver las sombras que avanzaban lentamente desde el Este. Al
tercer día, las sombras ya casi tenían forma y a medida que se formaban, lo
hacía su esperanza. Su concentración se disolvió con el sentir de unas
vibraciones del suelo y antes de que pudiera darse vuelta, sintió un estallido
detrás de su hombro y se desvaneció con el ruido de su cabeza contra el suelo y
un repiqueteo. Dum Dum. Dum Dum.
Volvió a despertarse, mojado, frío. Pensó que aún eran
temporadas de lluvia, y ante el negro húmedo que cubría sus ojos, anhelo volver
a ve, al menos una vez más. Intentó sacudirse, intentó gritar, sin éxito, no
era más que un muñeco a la merced del viento. Escuchó como alguien entraba a la
carpa, le daría de comer como cada día, agua rancia y lo que parecía una pasta
más rancia aún. Pero no esta vez. Sintió como lo sostenían y lo llevaban fuera,
bajo la lluvia, lo arrastraron lo que pareció horas, subieron, bajaron, y
subieron aún más, y cuando pensó que nunca iba a terminar, se detuvieron. La
luz inundó sus ojos y quedo ciego por unos minutos, hasta que vio, para desear
no haberlo hecho y escuchó, lo que cada noche le despertaba entre sudor. Dum
Dum. Dum Dum.
Frente
a él, había, debajo, como pequeños animales, miles de personas, aullando,
gritando y alzando sus brazos con insignias que le recordaban los tallados de
los árboles. Volvía a estar atado, en una cama, pero horizontal, era una
exhibición, una diversión, su entretenimiento. Varios hombres con mascaras
bailaban frente a hogueras, donde se cocinaba carne que el nunca había visto
antes, y todo el ruido se teñía con el fondo de dos hileras de tambores que
parecían que nunca dejarían de tocar. Un hombre sentado frente a él se paró y
dijo “Nahkil´we Dijz No Gano”. Y como si hubiera leído sus deseos se acerco a
su cama y con la traidora luna, se metió en su pecho. Al ritmo que todo quedaba
en blanco, él solo podía escuchar, sin distinguir cual provenía de cual, los sonidos
de los tambores y la gente, que resonaban: Dum Dum. Dum Dum.
Tomás Romero nació el 19 de Mayo de 1997
y es estudiante de Mecidina en Bahía Blanca, Argentina.